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Tanok es representante de una de las muchas y maravillosas culturas indígenas que aún existen en nuestro país. Antes de la colonización, ya existían millones de personas habitando a América, con culturas tan ricas y marcadas, que algunas de ellas lograron sobrevivir a pesar de todo. Sin embargo, algunas otras, desaparecieron sin razón aparente, incluso mucho antes de los españoles.

Como era de esperarse, Tanok es un experto observador del mundo que lo rodea. Como todos en su cultura, se encuentra altamente conectado con la naturaleza; la admira y la respeta. Toda forma de vida es para él una clara muestra de la existencia de los dioses y por lo mismo, merecen respeto. Aunque para ellos, toda creación (viva o no) merece respeto.

Así que ¿cómo distinguir lo que vive, de lo que no?



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Nammu pertenece a un pueblo maravilloso cuya vida y cultura marcaron el inicio de lo que al día de hoy se conoce como “Civilización”.

No es que no existiera vida antes de la civilización; al contrario, durante miles de años hubo pueblos “incivilizados” e incluso antes (muuuuucho antes) ya existía una gran diversidad de formas de vida; sin embargo, ellos encontraron la manera de cultivar sus alimentos, desarrollaron una forma de expresión escrita y un sistema de numeración, demostrando así la habilidad de pensamiento de los Homo sapiens sapiens.

Como todo buen “invento” la civilización ha tenido que pasar por diferentes etapas y cambios a fin de mejorar; Nammu notó por ejemplo, que cuando las comunidades o sus integrantes no logran ponerse de acuerdo, los problemas comienzan a surgir y lo complican todo.

Y que entonces, por esa razón y para facilitar la administración y manejo de las ciudades y personas, los gobernantes a menudo tienden “dividir” los territorios en espacios más pequeños y  asignan a cada uno un alguien para dirigirlo, quien normalmente se encuentra al mando de alguien más; y así, todo es más “fácil”.

Total que esto de construir una civilización ha resultado ser un verdadero reto, pero el pueblo de Nammu lo ha aceptado con entereza y están decididos a trabajar por ello hasta lograrlo.


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Nací en un pueblo sumamente devoto a sus dioses, tanto, que mi nombre significa “dios me escucha” y toda la gente por aquí vive siempre así: en comunicación continua con ellos.

Nuestra civilización es una de las más enigmáticas y populares gracias a nuestras obras perfectamente calculadas (como las pirámides y los canales) y a nuestras muy peculiares creencias; las cuales incluso hoy en día, logran despertar en la mayoría de las personas una gran curiosidad.

Si bien mi pueblo se guiaba por lo estipulado por los dioses, algunos  (los privilegiados) teníamos acceso a la educación “científica”, aprendiendo a leer y escribir (jeroglíficos) y haciendo cálculos matemáticos. Yo disfruto mucho de la ciencia y el investigar acerca de todo, incluso sobre lo más pequeño e “invisible” (aquello que hoy llaman células), me fascina su estructura, su trabajo, su comunicación e incluso el trasporte que parece haber entre ellas.

Y hablando de esa organización, para nosotros nuestros gobernantes son lo máximo, ya que son las representaciones terrenales de nuestros dioses; es decir, los consideramos dioses vivientes, lo que les otorga un poder ilimitado que solo se adquiere de manera hereditaria.

Pero nuestras habilidades, gustos y conocimientos van mucho más allá de los dioses y la política; nuestras matemáticas son impresionantes, nuestra expresión escrita es fascinante y quizá sea por eso que logramos mantenernos por más de 3000 años y ser una de las cunas de la civilización.



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En mi vida no todo fue sencillo, desde el inicio hubo ciertas complicaciones que la marcaron; sin embargo, jamás permití que las circunstancias definieran mi destino… más bien, las utilicé para construirlo yo misma.

De niña abandonada me convertí en reina, conquistadora y, por supuesto, en diosa; y aunque para algunos solo fui una usurpadora (o una simple leyenda), nadie puede negar que fui una mujer muy inteligente, fuerte, decidida y bella.

La mía es considerada una de las ciudades más hermosas del mundo (antiguo por lo menos) e incluso hoy se sigue considerando como una Maravilla y debo admitir que no fue una tarea sencilla, esos Jardines Colgantes requirieron de mucha imaginación y de toda la habilidad, capacidad e ingeniería de la que mi gente era poseedora y que nada tiene que envidiar a la actual en su capacidad para adaptar el mundo alrededor a nuestras necesidades.

Y aunque éramos expertos en modificar el ambiente y hayamos logrado expandir bastante nuestro territorio y establecer en todos ellos un mismo gobierno… puedo decirte que no corrimos con la misma suerte a la hora de unificarlo todo. Casi siempre la población conquistada tiende a mantener aquellos rasgos culturales específicos que las diferencian del resto, y créeme, romper con aquellas creencias arraigadas resulta mucho más difícil que conquistar el territorio. Por eso, en muchas ocasiones, un buen conquistador sabe que lo mejor que se puede lograr es una mezcla aceptable para todos.


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En la Grecia Antigua surgieron los grandes pensadores, como yo, bueno y muchos otros mejores como Sócrates “Yo solo sé que no se nada”; reconocidos como padres de la filosofía y cuyas aportaciones y cuestionamientos se siguen considerando hasta el día de hoy como la base del pensamiento científico y crítico. A ellos les debemos el Teatro y los Juegos Olímpicos; pero definitivamente una de las razones por las cuales se siguen distinguiendo es por la grandeza de su Mitología.

Nosotros los griegos, los grandes pensadores, nos encontramos inmersos en las dudas, el saber, el conocer; y todo ese conocimiento no se limita únicamente a observar lo que nos rodea, sino también en tratar de comprender su funcionamiento, de explicar sus razones y de aprender a aplicarlo o adaptarlo a nuestra vida diaria, a la vida que nos rodea.

Ciertamente, mucho de lo que aprendimos de los números y su comportamientos nos ayudo a alcanzar ese objetivo, y sobra decir que el lenguaje siempre tuvo un papel importantísimo en nuestra forma de vida; comunicarnos y transmitir nuestras dudas y conocimientos era la base de nuestro trabajo y existencia; ya que utilizar las palabras correctas podía despertar en otros las mismas ansias por conocer, saber y entender… y eso, lo era todo.

Además, nuestra geografía es buena, y resulta fascinante ver pasar a tanta gente tan distinta, escuchar tantas lenguas diferentes, observar tantas formas de comportarse y de hacer las cosas, lo que nos distingue como integrantes de ciertos grupos pero  al mismo tiempo nos hace comprender que también hay muchas similitudes que nos unen como  humanos.


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No importa si nos ves en películas animadas o en documentales serios y reales; es muy probable que al hablar de nosotros digan que no éramos nada más que “monstruos” terribles que arrasaban todo a su paso; y aunque quizá mi pueblo no era el más pacífico del mundo, creo yo que fuimos mucho más que simples “monstruos”.


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El ser humano no es la única especie capaz de modificar y alterar su medio ambiente; pero si es, sin duda alguna, la que ha logrado realizar los cambios más grandes y con las consecuencias más notables en plazos cortos de tiempo.

La cantidad de seres humanos que utilizan los recursos naturales provenientes de la tierra aumenta día a día, y la manera despreocupada e inconsciente de manejar dichos recursos provoca daños al planeta que sin duda tienen repercusiones directas en la vida del ser humano mismo.



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Nuestro planeta ha dejado clarísimo a través de todos los millones de años de su existencia, que hay una sola cosa que permanece constante, y es nada más y nada menos… que el cambio.


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Por increíble que parezca, mientras más “ilustradas” y “civilizadas” se volvían las sociedades, más se iban olvidando de la sabiduría ancestral que les permitió sobrevivir y alcanzar la grandeza durante tantos miles de años.

Era como si una cosa se encontrara peleada con la otra y prefirieran ignorar el hecho de que nada existe en éste mundo que no se encuentre intensamente conectado con todo lo demás y poder sentirse así los amos y señores del universo entero (y de todo lo que éste contiene) para poder usar y desechar a su antojo y beneficio.


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Manipular las cosas es un don que el ser humano ha dominado por milenios; algunas veces esa manipulación física de las cosas (vivas incluso) ha resultado en productos completamente benéficos y prácticos para la vida del ser humano, como el delicioso queso o las relajantes bebidas fermentadas. Sin embargo, la manipulación excesiva y no-ética de otras ha provocado problemas y malestares que hasta hoy la humanidad no ha sabido enteramente como enfrentar, sobretodo por las diversas cuestiones morales involucradas.